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lunes, 10 de mayo de 2021

Para variar, hablemos de la pandemia

 



Al vivir tan aterradora y generalizada amenaza de enfermedad y muerte, ¿habremos entendido lo suficiente que el planeta no nos pertenece en exclusiva y que debemos compartirlo con otras especies que necesitan y merecen sus espacios? ¿Sabremos ya que el dinero no lo compra todo y que nada reemplaza la placidez y el respaldo que da la familia que hemos conformado y cuidado con esmero? ¿Aprenderíamos que la vida es sencilla y simple como la entienden los niños y que somos nosotros, los adultos, quienes la complicamos innecesariamente?

Al crecer, perdemos la risa fácil y el disfrute de lo cotidiano porque los cambiamos por la avaricia y la ambición del tener; abandonamos la espontaneidad, al actuar con intención o con actitud estudiada; olvidamos la transparencia en nuestros actos porque perdimos la confianza en los demás, o porque nuestras intenciones no son presentables. Así como los juguetes de la infancia los hemos ido cambiando por sofisticada tecnología, los juguetes de los adultos cuestan una fortuna y en ese desear, olvidamos que hay quienes necesitan lo que para nosotros no es indispensable. El mundo de hoy es ingrato para muchos, de excesivo sufrimiento para otros y de absoluta abundancia y derroche para unos pocos. Esa desigualdad da origen a muchos de los acontecimientos que vivimos y que nunca terminamos de entender.

Cuando niños, tenemos absoluta confianza en que alguien mágico nos protege, nos cuida, nos ama y nos ayuda a solventar nuestros problemas. Mucho mas tarde sabemos que aquello tenía el nombre de papá y mamá, pero no hacemos la transición de esa confianza a quien más nos ama, nos cuida, nos protege y nos ayuda a solventar nuestros problemas cuando lo pedimos o necesitamos. A quien nos regaló un planeta auto-sostenible, con abundancia de recursos y nos dotó de inteligencia para manejarlos. Pero lo estamos destruyendo, le estamos heredando a nuestros hijos los desechos de lo que nos hemos gastado sin reponer o derrochado sin previsión. Ante una amenaza real, nos acordamos de que “alguien” aún nos ama, nos cuida, nos protege y nos ayuda a resolver nuestros problemas. Entonces, luego de desconocer sus mandatos, de hacer añicos su obra y de olvidarnos de El durante toda la vida, le suplicamos su ayuda y prometemos un cambio ya más difícil de lograr.

Siempre he creído que mientras más pronto entiendas el significado y el aprendizaje que te ofrece aquello que te está amenazando, más pronto se supera. En una psicoterapia, el conocer la génesis y el porqué de las manifestaciones perturbadoras, acerca casi indefectiblemente al procedimiento adecuado y la mejoría o curación de los síntomas. Yo creo que eso se extiende a muchas de las vivencias que consideramos injustas, excesivas, dolorosas y que algunos señalan como castigo de Dios. Por el contrario, creo que son oportunidades de aprendizaje que te serán necesarios en algún momento de tu camino. De allí la importancia de saber por qué y para qué lo estamos viviendo.
En esta pandemia que padece el mundo entero, cada quien se identifica mejor con alguna de las hipótesis sobre su aparición. Yo no quiero entrar en una controversia conceptual al respecto, pero sí quiero resaltar la importancia de entender por qué y para qué la estamos sufriendo, de manera que al superarla seamos mejores seres humanos y logrando que lo sea la mayoría, podamos también hacer del mundo uno mejor, más justo y más amable para todos: para todos los seres vivos y para las futuras generaciones. Solamente de nosotros depende que así sea y que esta experiencia dolorosa nos permita recobrar la sensibilidad y el respeto por lo que nos rodea .

Con ocasión del paro nacional

 No entiendo. Será la diferencia generacional, los principios y valores que adopté cuando todavía se usaban, el amor a mi prójimo como manda Dios Nuestro Señor o que definitivamente no  entiendo. Cual torpe o bruta.

Me entretenía mucho viendo en redes, más que el post, los comentarios de la gente. Me reía con muchos de ellos, disfrutaba de la creatividad y la chispa que exhibían y el paseo por las redes resultaba refrescante. En unos pocos años el irrespeto, la vulgaridad, el insulto, la calumnia, la tergiversación, se apoderaron de gran parte de los contenidos y para mi está resultando un estrés adicional, que no necesito. En estos días el comportamiento de los manifestantes me ratifican en mi apreciación con creces.
Me duele el alma. Me duele el dolor de madres, padres, esposas e hijos. Me duele esta patria acogedora que hice mía y hoy se escapa de mis manos. Me duelen los sueños perdidos, el futuro incierto, las metas desdibujadas. Me duelen las nuevas generaciones, sanas aún, de pensar en el mundo que van a encontrar. Me duele repasar  una vida encaminada a construir y compartir y que hoy enfrenta el riesgo de que todo se destruya.
Es alucinante la devastación familiar, social y cultural que muestra la juventud, una juventud que antes formábamos para que
estuviera encaminada a edificar una vida digna, productiva, solidaria ya que estaban llamados a dirigir el destino del país.
Esto ya se nos salió de las manos; han sido muchos años de un trabajo silencioso pero eficaz, que ha logrado permear las instituciones, corromper funcionarios, transformar conciencias para que lo que siempre fue bueno, hoy hacerlo pasar por malo. Lo que antes fue malo, hoy lo ambicionan los chicos para completar por sí mismos el desarrollo libre de su personalidad.
No entiendo el tamaño del odio que han logrado infundir en los corazones juveniles, que antes veían el mundo de un bello color y los suficientemente amplio para todos. Una juventud que luchaba para lograr sus metas sin pensar en los lucros del vecino, sin envidiar los del poderoso, sino conscientes de que el éxito es el resultado del esfuerzo, la perseverancia, el tamaño de sus objetivos, y la disciplina para alcanzarlos.
Ver la sevicia con la que torturan a un policía, saquean comercios sin pensar en el daño que causan a un semejante, sin importarles el dolor que infringen a una familia; ser testigo de la ceguera a veces torpe, a veces elegida como norte de sus actuaciones y sus conceptos; ver a un joven rendir honores al che Guevara sin saber siquiera la realidad de su trayectoria mientras se ensaña en desprestigiar y calumniar a quien le han hecho creer que no merece su respeto ni su consideración. Verdad o mentira? no importa, no se cuestiona: el solo oye y confía. Divulga y disfruta porque es el odio el que le guía y hacer más pequeño y miserable al otro, le hace sentir más grande y poderoso a él.
No entiendo y quisiera hacerlo porque alguna razón los debe llevar a incorporar a sus vidas un proceder que solo les conduce al fracaso y al desprecio de la gente. Conociendo esa motivación, a lo mejor algo se puede hacer todavía para enderezar el camino de piedras que va recorriendo y llevarlo a aquel que le conduce al bien y la gracia de Dios.  
Si, oremos por ellos pero también hagamos el propósito de contribuir a su resocialización. Al menos a intentarlo. Hagámosle saber que el mundo los ama si lo que él entrega es amor; enseñémosle que la vida le envuelve en papel de regalo aquello que quiere lograr y lo emprende por el camino correcto. Demostremosle que vale la pena vivir al derecho y que la tranquilidad de conciencia y el deber cumplido le harán conocer lo que es la verdadera realización. Si permitimos que estos muchachos continúen por el camino del odio que les han mostrado, seremos cómplices de la degradación del ser humano y del planeta entero. No falta mucho.