lunes, 7 de mayo de 2018
ENEMIGA DE LA PAZ?
Hoy me dijeron enemiga de la paz. Antes de reaccionar como siempre, con molestia por tan injusta acusación, me di a la tarea de analizar el porqué merecería este calificativo, ya que no era la primera vez que me lo adjudicaban.
Luego de un juicioso análisis me reconcilié con la frasecita, hoy tan popular en boca de los mamertos y les voy a contar por qué acepté que definitivamente sí soy una enemiga de "la paz".
“La paz” es un apelativo con el cual decidió JMS adornar los a...cuerdos de La Habana a priori, generosa e irresponsablemente. Se sirvió de ello para dividir con éxito al país en dos bandos: quienes están a favor y quienes en contra de “la paz”. De allí la polarización que nos ha convertido a los conciudadanos en hostiles adversarios y en muchos casos, ofensivos, burdos y groseros combatientes, por causas inducidas por un régimen que logró con ello conseguir una de las metas inapropiadas de las que se vale la izquierda para penetrar una sociedad.
"La paz" es un recurso conquistador de ilusos, que desencantó tempranamente a quienes confiaron en una real armonía y reconciliación entre todas las colectividades del país.
"La paz" concebida como la conformación de dos Farcs: la que permanece en actividades ilícitas y terroristas y la que conformó un partido político con los privilegios que no tuvo nunca ningún otro, es una falacia que cada día ratifica el error de confiar en ella.
"La paz" que pretende abrise paso en la mente y el corazón de los votantes, no será posible mientras los cultivos y el tráfico de coca tenga las dimensiones a las que ha llegado hoy, a espaldas de la confianza y la generosidad de quienes creyeron en la buena voluntad de los negociantes de los tendenciosos acuerdos de La Habana.
Por todo eso, definitivamente sí soy una enemiga de "la paz"; de esa paz que resalto entre comillas porque no es la verdadera, porque ofende a la PAZ auténtica que es íntegra, decorosa, justiciera, equitativa y meritoria. Es ésta la paz que buscamos los colombianos y que tendremos, no con un cambio de régimen político, sino cuando seamos capaces de desterrar la corrupción, origen y motivo de todas las desigualdades que ensombrecen esta sociedad.
EL PROCESO DE PAZ Y EL MANEJO DE LA OPINIÓN
Es curioso notar cómo el establecimiento ha ido insinuando y moldeando los argumentos de las masas para que se pronuncien en contra de la oposición; curioso a su vez es ver que muchos adoptan esas pautas casi subliminales, en las mismas frases que no podrían sostener sino apoyados en los mismos argumentos fabricados y expresiones construidas que repiten y repiten por todos los medios a su alrededor.
Primero
se inventaron una guerra. Como consecuencia, muchos comenzaron a creer la
falacia que la única manera de conseguir la paz era aceptando las condiciones
del acuerdo de La Habana. Que yo recuerde, Colombia no estaba en guerra; las
fuerzas militares combatían con éxito una insurgencia criminal que comenzó a
huir del país, se desmovilizaron miles de guerrilleros y de paramilitares como
consecuencia de una estrategia de debilitamiento y condiciones justas para la
reinserción, mientras la economía y la seguridad florecían como no hubiese sido
posible en un escenario de guerra como el que nos quisieron vender.
Agotada
esa etapa, convencidos del horror de continuar viviendo en guerra y luego de
acomodarnos ilegítimamente el acuerdo, todos los mensajes iban dirigidos a
empañar la gestión del ex-presidente: Uribe paraco, autor de los falsos
positivos, (los cuales, insólitamente, no desmerecían al ministro de defensa de
entonces, responsable directo de las acciones militares), le atribuyeron a él
todos los males de la ley 100 y del aumento del IVA, entre otros. La gente ni
verifica, ni profundiza porque son afirmaciones tan generalizadas, se repiten
tanto, que ya las consideran verdaderas.
Cuando
ya se fatigó este discurso y se impuso de nuevo el liderazgo de Uribe dando la
ventaja al No en el plebiscito, la fórmula para retomar la campaña de
desprestigio fue que había ganado el engaño, que los votantes habíamos decidido
oponernos al acuerdo basados en las “mentiras” que eran las alertas del
Senador: que Timochenko podría llegar al poder, que iban a tener curules sin
votos ni requisitos, que tendrían sueldos superiores al mínimo colombiano, que
no iban a pagar cárcel y otras que probaron ser ciertas muy pronto y aun así,
ya demostradas con suficiencia, repiten todavía la legión de psitáceos que no
analizan, no verifican, sólo repiten y difunden.
Debilitadas
ya las premisas anteriores y cada vez más cerca de la elección del próximo
presidente, la propuesta es otra. Supuestamente el castrochavismo no existe,
las Farc son unos angelitos y no tienen dinero para comprar votos y repiten
continuamente que Uribe está haciendo la campaña del miedo. Que los votantes
elegiremos por el temor de llegar a ser como Venezuela, lo cual es una
invención del ex-presidente.
Esa es la muletilla actual, que ya se abrió camino entre los jóvenes y aquellos cuyo criterio se debilita ante cualquier otro que sea repetido con frecuencia.
Esa es la muletilla actual, que ya se abrió camino entre los jóvenes y aquellos cuyo criterio se debilita ante cualquier otro que sea repetido con frecuencia.
La
sucesión de mentiras del presidente, su burla, ya incuestionable, al país, su
desgobierno que nos está dejando en una crisis de grandes proporciones, la
corrupción desbordada, los hechos de la “paz” que están al a vista y otros
tendidos tras cortinas de humo, las agresiones a los acuerdos de parte y parte,
pasan a segundo plano en difusión ante los hechos del pasado gobierno que, sin
la menor sombra de duda, nos dejó un país próspero y tranquilo, en el que los errores
que se pudieron haber cometido eran desdibujados por los éxitos en la gestión
que aplaudimos el 80% de los colombianos.
En
conclusión, el gobierno ha utilizado el método difamatorio ya probado en la
implantación de regímenes comunistas, que se puede deducir, corroborar y casi
medir al compararlo con el cubano y el venezolano. Apoyado en maniobras como la
deslegitimación de las fuerzas militares, el aumento de la inseguridad en
campos y ciudades, la violencia, el populismo, la polarización y el odio de
clases, el empobrecimiento de la población, la sumisión de los medios de
comunicación, los altos impuestos, la mentira y desinformación, va avanzando
con pasos imperceptibles y rumbo certero hacia la conquista del poder. Y
nosotros buscando la caída a Uribe, a los hijos de Uribe, al gobierno de Uribe,
a la familia de Uribe, entretenidos con el morbo y el show mediático que ello
provoca. Justamente el aporte que ha de hacer el país desprevenido para
contribuir con la estrategia castrista.
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