No he podido precisar el
sentimiento que me produjo la noticia: Un criminal, extorsionador, pedófilo,
secuestrador y ordenador de masacres sale de su madriguera, se pasea por el
país, no es juzgado ni absuelto por ningún estamento judicial (ni el mandado a
hacer por ellos y para ellos) y de inmediato es candidato presidencial con el
visto bueno de la presidencia de la república y la indiferencia de un país
autista. Debemos ser el hazmerreír del mundo! o, por el contrario, nos
considerarán dignos de lástima?
No entenderé que para lograr
insertar a los delincuentes en la sociedad, ésta deba agacharse hasta el punto
de perder el poco honor y la escasa dignidad que le pueda quedar. Y menos
entenderé que por una paz que no se ha visto ni se verá mientras estemos
rebosados de coca, tengamos que dar tanto a cambio de tan poco; las muestras de
cinismo (cuáles delitos?) las exigencias (que no hay que repetir, la mayoría
están en los acuerdos) el engaño (los niños? los secuestrados? las rutas del
narcotráfico?) la burla descarada (traperos como patrimonio) que han mostrado
al país, no le hacen honor a todo el esfuerzo que hemos hecho los colombianos
para financiar sus excesos y permitir que tiendan a sus pies la democracia para
que la pisoteen y la ensucien si no con sus botas, sí con sus conciencias que
tienen al nivel del piso.
No pueden pretender las farc y
el gobierno que el ruido de los fusiles, el llanto de viudas y huérfanos, el
terror con el cual convivimos por muchos años y el dolor de tantos colombianos,
se puedan perdonar y olvidar mientras seamos testigos de la insolencia, los
engaños y la injusticia inmensa con el país que sobrevive con un salario mínimo
muy inferior a las prebendas de los desmovilizados. Con el país que pretenden
construir con trabajo honesto los empresarios y productores mientras son
azotados con toda clase de gravámenes y perseguidos por los perros más
hambrientos del estado. Con el país que labran los hacendados y campesinos para
proveer las despensas y contribuir con la balanza comercial de la patria.
Una a una se han ido develando
las verdades de las "mentiras del No". Verdades que estaban claras
para quienes sentíamos el olor podrido de las intenciones de un presidente
traidor y corrupto, al servicio de las dictaduras continentales. Verdades que
intentan tapar con la falacia de la paz pero cada día la evidencia no permite
que las cubran por completo.
Aún si este proceso hubiese
sido justo, no alcanzaría a estar preparado el país para que el máximo líder de
una organización narcotraficante y criminal tenga el camino expedito para
llegar a la presidencia de la república menos de un año después de haber
firmado, con falsa rúbrica, un documento de paz ilegítimo y rechazado por los
colombianos.