Cuando
yo era pequeña, pocas cosas me molestaban más que la razón que esgrimía mi
madre para negarme un permiso: "tu padre dice que no". No había
porqué que valiera; cualquier pregunta o insubordinación era considerada una
falta de respeto y ello merecía más rebeldía de mi parte y más restricciones
paternas. Desde entonces, y han pasado unos cuantos años, me indigna que se
tomen decisiones que no puedan sustentarse o que no exhiban argumentos para
sostener una posición personal. No me inspira respeto una postura edificada
sobre una quimera o sobre juicios ajenos, que parecen obedecer a la prática de
ir donde va Vicente. Eso me ha pasado desde hace 4 años con quienes están a
favor de la paz de Santos o dicho de otra forma: de los acuerdos de La Habana.
He pedido un par de veces en este muro que me convenzan, que me den
fundamentos, razones o análisis que me hagan reflexionar sobre la conveniencia
de apostarle a esta paz. Los posts quedan sin una sola respuesta. Ni una sola!
Ah pero cualquier mención al presidente Uribe sí merece una ráfaga de disparos
de agravios sazonados muchas veces con palabras de muy baja reputación.
Todo ello me lleva a lo aprendido en mi niñez: no respeto posiciones que no se puedan sustentar.
Deduzco entonces, si no hay argumentos a favor y por las razones que algunos manifiestan apoyar los acuerdos, que están construidas sobre esperanzas, anhelos, ambiciones o peor aún, sobre impulsos de venganza contra quien ha sido su principal opositor. Es común oír que es mejor la paz que la guerra. A ver: cuál guerra? cuál paz? la que nos ha prometido quien ha sido el mayor mitómano de la historia en los gobiernos de este país? Aún les merece una pizca de credibilidad? Todavía no se han dado cuenta de que todo este andamiaje que nos han querido vender está construido para convencer? para dominar voluntades? para hacernos pensar con el deseo?
Un personaje que dice que la economía va bien cuando las cifras lo desmienten; que afirma que ya no existen las Farc cuando sus jefes han prometido que si el próximo presidente es Uribista irán al combate de nuevo; un mandatario que calla ante el sufrimiento y los atropellos que padece el pueblo hermano de Venezuela porque parece deberle algo al malhechor; un líder que designa a su hermano de izquierda declarada y elige un escenario socialista totalitario para sus conversaciones con la insurgencia marxista; una persona que acudió a la indignidad con tal de ganar la segunda vuelta de su reelección; alguien que ha perseguido a servidores de la patria para acallar la oposición como el intento de asesinato a F. Londoño, la cárcel para L.A.Ramos, el General Mejía y tantos otros que han terminado o terminarán por salir libres de culpa dejando ver una vez más las razones de su silenciamiento. Un presidente a quien el humo ya no le alcanza para las cortinas que ha debido levantar en casos como Odebrecht, el Andino, los aviones militares derribados, los doce millones de dólares de su primera campaña, la posición asumida frente a las evidencias de corrupción de sus impolutas funcionarias así como del gerente de su campaña presidencial, untado hasta la frente en actos de corrupción. Un gobernante que ha volteado a su favor a la prensa y la televisión, al fiscal, a la mayoría del congreso, a la justicia y a las altas cortes. Un presidente, en fin, que ha merecido con creces su reputación de mentiroso y la nariz pinochezca con la cual lo retratan los caricaturistas que aún se atreven a exponer su posición política en este país ya no del Sagrado Corazón sino de los Santos... pero de segundo apellido Calderón. A esta persona le podemos consignar nuestras aspiraciones y deseos por un mejor país? Estamos conscientes de cuánto estamos arriesgando?
Todo ello me lleva a lo aprendido en mi niñez: no respeto posiciones que no se puedan sustentar.
Deduzco entonces, si no hay argumentos a favor y por las razones que algunos manifiestan apoyar los acuerdos, que están construidas sobre esperanzas, anhelos, ambiciones o peor aún, sobre impulsos de venganza contra quien ha sido su principal opositor. Es común oír que es mejor la paz que la guerra. A ver: cuál guerra? cuál paz? la que nos ha prometido quien ha sido el mayor mitómano de la historia en los gobiernos de este país? Aún les merece una pizca de credibilidad? Todavía no se han dado cuenta de que todo este andamiaje que nos han querido vender está construido para convencer? para dominar voluntades? para hacernos pensar con el deseo?
Un personaje que dice que la economía va bien cuando las cifras lo desmienten; que afirma que ya no existen las Farc cuando sus jefes han prometido que si el próximo presidente es Uribista irán al combate de nuevo; un mandatario que calla ante el sufrimiento y los atropellos que padece el pueblo hermano de Venezuela porque parece deberle algo al malhechor; un líder que designa a su hermano de izquierda declarada y elige un escenario socialista totalitario para sus conversaciones con la insurgencia marxista; una persona que acudió a la indignidad con tal de ganar la segunda vuelta de su reelección; alguien que ha perseguido a servidores de la patria para acallar la oposición como el intento de asesinato a F. Londoño, la cárcel para L.A.Ramos, el General Mejía y tantos otros que han terminado o terminarán por salir libres de culpa dejando ver una vez más las razones de su silenciamiento. Un presidente a quien el humo ya no le alcanza para las cortinas que ha debido levantar en casos como Odebrecht, el Andino, los aviones militares derribados, los doce millones de dólares de su primera campaña, la posición asumida frente a las evidencias de corrupción de sus impolutas funcionarias así como del gerente de su campaña presidencial, untado hasta la frente en actos de corrupción. Un gobernante que ha volteado a su favor a la prensa y la televisión, al fiscal, a la mayoría del congreso, a la justicia y a las altas cortes. Un presidente, en fin, que ha merecido con creces su reputación de mentiroso y la nariz pinochezca con la cual lo retratan los caricaturistas que aún se atreven a exponer su posición política en este país ya no del Sagrado Corazón sino de los Santos... pero de segundo apellido Calderón. A esta persona le podemos consignar nuestras aspiraciones y deseos por un mejor país? Estamos conscientes de cuánto estamos arriesgando?