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viernes, 13 de agosto de 2010

A MIS HIJOS EN MIS BODAS DE RUBÍ


Mis queridos hijos:

Tengo la no grata impresión de haber sido muy parca o de haberme quedado corta en la expresión de mi gratitud en la reciente celebración de mis bodas de rubí. Ustedes saben que soy mejor escribiendo que hablando y tal vez por eso no estuve a la altura que merecía el inmenso cariño y esfuerzo que nos manifestaron a través de ese acto de renovación de votos matrimoniales concebido, preparado y financiado por todos ustedes.

Durante estos cuarenta años fueron varias las veces en las que ustedes fueron mi principal motivo para no desfallecer en el juramento que hice a Dios en el altar, de conservar el vínculo matrimonial para toda la vida. Por ustedes pensé dos veces, por ustedes valoré mejor lo que tenía, por ustedes sacrifiqué de pronto algún intento de independencia en cualquier momento de conflicto en nuestro hogar. Hoy también tengo que darles las gracias por ello, porque llegar a estos cuarenta años todos juntos, verles formar sus familias y acogerlas en la nuestra, ofrecer a sus hijos un hogar de abuelos me brinda una satisfacción y una recompensa que no puedo expresar suficientemente porque las palabras son escasas para el tamaño del sentimiento.

También fueron muchas las ocasiones de tristeza y desolación por los golpes que nos dio la vida en cosas tan sensibles como ver partir prematuramente a Silvia Lucía, abueli, yoyi, mamía, Rafa, papo; en esos momentos la compañía de ustedes y la certeza de cuánto me necesitaban todavía me hizo fuerte para superar la pena y de la mano de Dios salir adelante en un nuevo camino enriquecido por el dolor y el sufrimiento. Gracias por estar allí, gracias por hacerme sentir que la vida no se había terminado y que me esperaban grandes motivos para celebrar juntos nuevos acontecimientos.

Todos ustedes me han brindado innumerables momentos de inmensa alegría; el nacimiento de cada uno, el descubrirles a través de su infancia y sus distintas personalidades, el cariño incondicional que me revelaron siempre, el grado del cabo ;), la sensatez y responsabilidad de Bibi y su apego amoroso a su casa y su familia, la amistad y confianza siempre cercanas de Juande, son elementos que han marcado mi vida y definido la ruta que hoy consolidamos en un evento rubí.

Juan David llegó cuando éramos tan jóvenes que no sospechábamos siquiera cuánto significaba tener un bebé; el nos lo enseñó con creces y nos hizo madurar como padres, como pareja y como seres humanos. Su manera de ser tranquila nos hizo fácil su crianza. Nos regaló muchos ratos felices y satisfacciones en sus logros, en su talante emprendedor, en la escogencia de sus amistades que fueron nuestras también. La conformación de su familia ha sido ejemplar; Santi y Felipe completaron el hogar que nos llena de orgullo y han comenzado a multiplicar para nosotros las alegrías de sus pequeños triunfos y de su cariño enorme.

Silvia Lucía llegó para llenar el anhelo de un segundo hijo y fue una niña hermosa y vivaz. La recibimos con amor inmenso y llenó nuestras vidas de su alegría, carácter y vitalidad. Su tempranísima partida nos permitió crecer espiritualmente, aprender de cerca la realidad de la vida y confirmar la presencia infinita del amor de Dios.

Bibiana fue la niña especial, diferente, cuya sonrisa generosa llenaba de energía la casa entera. Nos enseñó que era posible ser apegada a la familia y a la vez tener una personalidad definida y un criterio sano y fuerte. Sus logros académicos, su disciplina y responsabilidad nos hicieron vislumbrar para ella una vida exitosa que hoy refrenda con sus triunfos laborales y su hogar bien constituido, fuente de inmensa felicidad para nosotros. Mención especial merece Juan Andrés, quien nos ha permitido tener un día a día más lleno de esperanza en cosas pequeñas pero tan grandes como verlo crecer, experimentar su cariño y disfrutar de sus travesuras. Y ahora Elena es una ilusión nueva y una certeza de gratas experiencias y alegrías.

El Señor tenía para nosotros unos planes que no contemplábamos vivir cuando nos regaló a Carlos Andrés en el crepúsculo de mi maternidad. Su misión fue tan grande y la cumplió con tanta generosidad que gracias a él no desfallecimos en la tarea de rescatarnos de lo más profundo del dolor cuando a sus nueve meses tuvimos que despedir a su hermanita. Fue un niño alegre que llenó la casa de una luz distinta y más tarde, de claros y armoniosos sonidos musicales. Con su personalidad relajada, su carisma y su fe en sí mismo nos ha regalado motivos inmensos y su compañía y apoyo le cambia la fisonomía a nuestro diario vivir.

La llegada a la familia de Silvia y Oscar también ha sido motivo de satisfacción y felicidad. Saberles dignos de confiarles el hogar de Juande y Bibi, dos de nuestros tres más grandes tesoros, es un inmenso aporte a nuestra tranquilidad. Gracias por haberles conocido, por quererles y por brindarles un hogar digno y feliz, referente para sus hijos y futuras generaciones por venir. Que nuestras bodas de rubí sean su guía y su motivo para superar lo que la vida pueda presentarles como reto en el a veces arduo pero hermoso camino en compañía.

Por eso hoy tenía que volver a decirles a todos MIL GRACIAS. No solo por la fiesta, pero además y mucho más por todo lo que han significado para mi como madre, como mujer, como ser humano. Por el impulso que me han dado para luchar, para perseverar, para superar dificultades. Por permitirme ser superior a mis retos. Por estar ahí y porque siempre lo estarán. Por lo que han hecho de nosotros y por lo que están haciendo de ustedes mismos y de sus familias.

Nadie puede sentirse más orgullosa y más realizada y quererlos con amor más infinito que yo.


Silvia