Con frecuencia oigo o leo preguntarse cómo es que algunos se escandalizan con la foto de Guacho muerto pero les parece normal tener a unos narcotraficantes, secuestradores, asesinos y violadores ocupando una curul en el Congreso de la República. Yo creo entenderlo un poco y me lo explico en tres escenarios:
Durante 8 años Juhampa nos sometió a un proceso de desensibilización sistemática, de manera que nuestros buenos líderes fueran vistos como asesinos, delincuentes, paracos y ladrones. Montar procesos falsos y pagar testigos se hizo recurrente y se volvió paisaje. A nadie parecía molestarle esta práctica que sembró dudas que luego se volvieron certezas, sobre la moralidad de muchos líderes de la oposición. Genial forma de opacarla, de minimizarla y finalmente, hacerla desaparecer.
Paralelamente la izquierda hacía su ya probada labor de adoctrinamiento, seduciendo las mentes más frágiles como las de jóvenes y personas de estratos bajos, convenciéndoles de las bondades de un cambio de sistema de gobierno para que todas sus penurias fueran resueltas.
Por el otro lado corrían ríos de mermelada, asegurando que la justicia y los medios de comunicación se adhirieran a la tarea de desinformar y sesgar los hechos para favorecer la intención del Estado.
Y aquí tenemos el resultado de ello: lo que antes era bueno, hoy es malo. Lo que antes era costumbre, hoy es homofobia, feminismo, no-inclusión. El sistema de valores se está invirtiendo aceleradamente, los jóvenes creen que se las saben todas y se merecen todo (tal vez como nosotros alguna vez) y los líderes que prometen la redención, recitan sus discursos prefabricados en Cuba que incitan al odio de clases. Los empresarios son los opresores, los políticos los ladrones (y sí, pero ese apelativo aplica también a ellos mismos) y el pueblo es la víctima, el sistema el victimario.
Lo curioso de lo anterior, que la corrupción de hoy podría validar, es que el modelo de izquierda es el que mayores fracasos ha sufrido en la historia. El cáncer de Colombia no es el sistema: es la corrupción que impera en él y así será en cualquier otro que quieran inventar o extrapolar pues el corruptor está en la gente; está en la comunidad, está en el ejemplo y en lo que se ha venido recompensando con la admiración de la sociedad. La responsabilidad que nos atañe es volver a la educación desde el hogar y formar niños con valores, que se conviertan en ciudadanos íntegros y de allí surjan políticos con verdadera vocación de servicio honesto. Como alguna vez fue; como quienes lo vivimos, lo añoramos. Un viraje a la izquierda en medio del caos que vivimos, sería una verdadera hecatombe y la vulnerabilidad está en el tiempo que tomaría comenzar por donde se debe.
Pero el discurso va aumentando su poder persuasivo y su capacidad de engaño y aumenta la turba de cándidos devotos. Poco a poco se incorporarán a ese discurso las palabras imperialismo, revolución, igualdad, capitalismo, opresión, burguesía, libertad y unas cuantas más que mi memoria registró alguna vez y las asoció al exilio y al sufrimiento.
Aquí no hay ningún redentor, colombianos. Todo está inventado ya y lo que estamos viviendo es su implementación. Nosotros decidimos apoyarla con nuestra pasividad o nuestra torpeza mientras la oscura misión avanza sin tropiezos. Ya no sé si estamos a tiempo todavía para torcer el destino a nuestro favor o hemos tocado el punto de no retorno.