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jueves, 18 de abril de 2024

Adiós Mary

 

La vida te presenta ángeles que no se identifican ni reconocemos con tales, pero llegan y cumplen una misión que nadie más podría cumplir con tal devoción y eficiencia.

Hace 28 años, conocí a María Idalí. Entró a trabajar como mi secretaria y empezamos a entendernos en términos laborales. Ella me contaba poco después que le conquistó cuando en alguna instrucción le dije: “si me llama mi esposo o uno de mis hijos, no importa mi ocupación, siempre estoy”. A mi me gustó su discreción y conocimiento de su cargo. Más adelante, su lealtad inquebrantable.

Más allá de asistente, fue una compañera y amiga. Me ayudó a sobrellevar situaciones difíciles, a no quebrantarme cuando me llamaban de los colegios semanalmente a darme quejas de mi hijo; estuvo a mi lado en los años buenos, mejores, malos y en los peores de la empresa, en la pérdida de mi padre, en sus quebrantos de salud y en los míos. Su soporte me sostuvo en momentos cruciales, me contaba sus cuitas y escuchaba las mías con paciencia y comprensión. Llegó a anticipar mis respuestas en muchas circunstancias, a darme un consejo, a recuperar mi confianza y ganas de seguir. Nadie me entendió como ella, al punto de adivinar lo que pensaba sobre una y otra situación. Siempre serena, atenta, servicial, prudente, honesta, cumplidora, sincera y afectuosa.

Se forjó un cariño entre las dos que permitió una relación laboral cómoda y eficiente. A mis hijos los protegió, acompañó, alcahueteó, complació y trató con deferencia, complicidad y cariño. Me reemplazó con altura en situaciones que no pude atender o que, protectoramente, me evitó hacerlo.

Se retiró de su cargo de asistente de gerencia, luego de 22 años, ya jubilada, para irse de la ciudad a seguir a su único hijo y el vacío que dejó fue imposible de cubrir. Se necesitan muchos años de conocimiento y de cariño para fabricar otra relación similar.

Como los ángeles no son eternos y en el cielo les tienen su puesto reservado, fue llamada prematuramente a llenar ese vacío que allá también había dejado. Me complace saber que dejó atrás el dolor y se pudo reunir con el Creador y con sus familiares que con certeza la estarían esperando con ilusión inmensa por el reencuentro. Espero también que forme parte de la corte que me reciba cuando mi hora se presente porque los lazos emocionales que se urden en vida, son imposibles de romper por la distancia y el silencio. Descansa en paz Mary, gracias por tanto, sé feliz eternamente.