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martes, 21 de junio de 2022

Artículo publicado por La Linterna Azul

 

EL CALVARIO CUBANO

29/09/2019 | Por Silvia Artola Roig

Enero Año 1959, Cárdenas, Cuba

Don Ramón Arechabala contrae matrimonio con Amparo Alvaré, en una fastuosa y muy difundida boda celebrada en el famoso Club Náutico de Varadero, a tono con la fortuna de la familia fundadora y propietaria, entre otras cosas, de la fábrica del ron Havana Club, catalogado por los expertos como el mejor del mundo. La isla era uno de los más apetecidos destinos turísticos por sus atractivos naturales, su infraestructura y tecnología de avanzada, su oferta generosa de lujosos hoteles, grandes casinos y espectáculos con protagonistas de reconocimiento mundial. Todo transcurría en perfecta armonía para la familia Arechabala y para muchas más de nuestra preciada y dolorida patria. Acababa de llegar al poder con amplio respaldo y grandes expectativas del pueblo, el Comandante Fidel Castro Ruz.

Año 1962, Industrias Arechabala, Cárdenas, Cuba

En una plenaria de los trabajadores de la fábrica de ron a comienzos del año 62, irrumpe una docena de milicianos armados quienes, luego de intimidar a los asistentes, despojarlos de sus pertenencias más valiosas y fusilar a unos cuántos rebeldes, se llevan detenido a Ramón Arechabala, a quien su esposa Amparo le suplicaba días antes abandonar la isla por los acontecimientos que se estaban sucediendo como parte de la revolución. Los intrusos con arengas antimperialistas y violencia arbitraria, dieron orden de expropiación a la fábrica que producía además de ron Havana Club, azúcar refinada, Brandy Relicario, Cremas Arechabala, Coñac Arechabala, caramelos, Ron Caña, Alcohol natural y combustibles y dejaron a más de mil empleados bajo las órdenes del gobierno comunista del dictador Fidel Castro Ruz.

Días después, aún bajo el impacto de lo sucedido, los Arechabala abandonan la isla con destino a España sin sus pertenencias, sin sus familiares y sin tener un rumbo final definido ni una estrategia de supervivencia.

En poquísimas palabras les he descrito parte del argumento de “Amparo” una curiosa obra de teatro de inmersión, que nos llevó de la mano por los últimos 63 años de la historia cubana y tuve la ocasión de disfrutar en Miami, en una presentación que, desde abril, no ha dejado boletos libres ni en una sola de las dos funciones diarias que ofrece con más de 20 actores cubanos. En esta producción, contada por la protagonista real como el pago de una deuda con sus propias familias y compatriotas que merecían conocer toda la verdad, los asistentes tuvimos la oportunidad de revivir el horror de la implantación del sistema socialista y el sufrimiento de las familias desmembradas, deshechas y despojadas arbitrariamente del fruto de su trabajo y el de sus ancestros. Ésta devastación que abarcó no solamente a la población cubana emigrante sino a quienes permanecieron en su patria esperanzados en las promesas de la revolución, se originó en un sistema montado a la fuerza por un puñado de jóvenes revolucionarios liderados por Fidel Castro Ruz, que luchaba por la toma del poder para lograr un modelo social y económico que garantizaría pleno empleo, educación, salud y vivienda gratuitas, equidad social y una reforma agraria que, por justicia elemental, cedería la tierra a quienes la trabajaban directamente. Un modelo que 63 años después, entrega la isla destrozada, sus habitantes en la pobreza absoluta, la mitad de su población sufriendo el exilio en países solidarios y los cuatreros revolucionarios con fortunas inmensas en paraísos fiscales e inversiones descomunales en lujos del capitalismo más salvaje. Un modelo que contó con el apoyo entusiasta de miles de campesinos y ciudadanos que sufrían penurias económicas y vieron en el nuevo esquema de gobierno la solución a sus afugias y un devenir meritorio para las futuras generaciones.

Año 2019, Colombia

A diferencia de las Fuerzas del Ejército Rebelde con quienes Fidel Castro destruyó la democracia en Cuba, aquí la guerrilla no pudo tomarse el poder por la fuerza ni a través de la lucha armada que tanto dolor provocó a muchas familias colombianas. Como rendirse no es algo que tengan en sus planes, decidieron hacerlo por el camino de la paciencia y la inteligencia y sus frutos los estamos viviendo hoy día: el magisterio, la justicia, los medios y el congreso tienen en sus filas miembros del partido comunista que en nombre de la paz, han adoctrinado a la juventud, han fallado en contra no sólo de la legislación colombiana sino del más mínimo sentido común al ofrecer impunidad a delincuentes y condenas abusivas a prestantes personalidades del ámbito político y militar. Pero también se han prestado a cambio de jugosas prebendas, para desinformar al país desde micrófonos que fueron prestigiosos y que hoy hacen apología de aquello que diez años atrás era considerado vergonzoso, ilícito o indebido. El marco jurídico bajo el cual toman decisiones el alto gobierno y las cortes lo acomodan a la medida del agresor o lo interpretan a su arbitrio para justificar lo que no tiene justificación. Por otro lado, y muy convenientemente, los tributos excesivos deterioran al sector productivo y desestimulan la inversión en nuevas formas de generación de empleo y riqueza.

Un país con altos índices de desigualdad, una economía deteriorada, dividido y polarizado entre amigos y enemigos de la paz, desilusionado con los gobiernos de derecha que han saqueado el erario como lo haría también un comunista convencido; un país que enfrenta un proceso de legalización de capitales ilícitos y criminales de alto rango garantizándoles impunidad y la conservación de sus haberes; un país que dijo NO a ese acuerdo que llamaron erróneamente pero a propósito, “paz” y luego de que el estado desconociera su decisión, sigue anhelando un cambio cualquiera que éste sea pretendiendo así un peligroso tiro al blanco a ver si le apuntan a la redención definitiva; un país con un ambiente propicio para que las raíces que ha desarrollado la izquierda seguidora del Foro de Sao Paulo, fieles admiradoras de George Soros y de los Castro Ruz, retoñen en acciones populistas y prometedoras que encandilen a las poblaciones vulnerables, quienes ciegos ante la hecatombe venezolana y sordos ante los llamados a la cordura que elevan quienes tienen claro el rumbo que han tomado las cosas, terminen como lo hicieron los cubanos y venezolanos menos favorecidos que hoy sí están favorecidos pero con más pobreza, hambre, miseria y desesperanza.

Año 2019, Octubre. Todo el territorio colombiano

“El comunismo no llegará jamás a Cuba” “Hace falta un cambio de política porque la derecha ha llevado al país por muy mal camino” “Aquí no triunfa un gobierno comunista, el pueblo no es bobo” Estas frases que escuché anoche en la obra teatral y que me eran familiares desde toda la vida, me sonaron aterradoramente similares a las que se están pronunciando hoy aquí, en vísperas de la designación de nuevos gobiernos departamentales y municipales. El explicable deseo de una renovación estatal nos está haciendo virar la mirada hacia unos planteamientos sociales y económicos que parecen atractivos y están siendo liderados por expertos y adiestrados militantes del partido comunista que saben bien cómo se logra conquistar la adhesión a sus doctrinas con ofertas seductoras que terminan siendo palabras al viento. Porque una vez el poder en sus manos les permita enfocar sus fortalezas en lo que realmente buscaron y expresaron desde un principio, emplearán sus recursos en hacerse a los bienes y riquezas producidas por los colombianos y repartir equitativamente al pueblo las migajas que les permitan una supervivencia limitada y sean así materia de fácil disposición. Y de la misma manera como los Arechabala y muchas otras familias adineradas accedieron a la expatriación, quienes fueron sus trabajadores que tenían unas condiciones aceptables, por decir lo menos, de trabajo, ingresos y libertad, terminaron viviendo en las peores condiciones que no hubieran podido imaginar cuando le dieron el sí a un gobierno socialista.

La absurda contradicción es que quienes más desearon el cambio y apoyaron el experimento de una nueva doctrina como el gobierno que les ofrecería por fin la equidad social, fueron quienes tuvieron que llorar sobre las cenizas de una vez próspera y prometedora tutela democrática porque les enseñaron a pensar que era esa la causante de la inequidad donde unos poseen las riquezas y otros nunca lograrán alcanzarlas. No se dieron cuenta nunca que la desigualdad es propia de nuestras mismas divergencias. Divergencias en visión, en aptitudes, en actitudes, en objetivos, en nivel intelectual, en sistemas de crianza, en modelos familiares y en muchos condicionantes más que permiten a unos triunfar en una actividad en las que otros fracasan y a esos otros salir victoriosos en disciplinas que no a todos interesan. Es esa diversidad la que nos conduce por caminos diferentes, la que impulsa a unos a persistir y a otros a abandonar. A unos los lleva a intentar y a otros a delegar. A unos les permite frustrarse en un intento y a otros percibir el reto en el fracaso.

En la Cuba del siglo XXI, luego de un socialismo maduro y consolidado, la educación gratuita resulta un fracaso para quienes tienen intereses distintos a los asignados por el estado que impone porque financia. El cubano joven ha preferido realizarse en prácticas que no requieren de preparación académica porque ha visto que el éxito económico muy relativo, por cierto, lo obtiene quien está en contacto con la propina del turista. Es así como se han ido sustituyendo las vocaciones profesionales por las preferencias en labores de portero de un hotel, mesero de restaurante, maletero del aeropuerto, el taxista, el camarero, el oficio que permita, en fin, acercarse al euro y al dólar a como dé lugar. Una muy diplomada y prestigiosa médico cubana, con varias especializaciones y a cargo de pacientes de importantes instituciones de salud dedicadas a turistas y personalidades, a quien conocí en un viaje a La Habana, ganaba el equivalente a US$70/mes en el año 2010 el cual era uno de los sueldos más altos del país. Su hijo, con visión más comercial (las divergencias, la desigualdad…) se retiró en el segundo semestre de una carrera que no pudo elegir y se esforzó por defenderse un poco con el inglés y el francés para servir las mesas en un restaurante de la Habana Vieja, donde lograba ingresos promedios de US$300/mes. Esta es la juventud de hoy, dirigencia de mañana y estas son las secuelas de un régimen que considera la raza humana como una cepa uniforme que debe depender de un gobierno que conduce al país por el camino sin desniveles que considera el adecuado para todos, mientras usa sus recursos para enriquecer a toda la clase dirigente y subvencionar a otros países que quieren incorporar al plan expansionista del comunismo del siglo XXI. Ese mismo comunismo que hoy demasiados colombianos están resueltos a respaldar en los próximos comicios.

La experiencia de “Amparo” la obra que se vive no como espectador sino como integrante mismo del drama que se pretende comunicar, me impactó profundamente al permitirme equiparar algunas de las experiencias de la familia Arechabala con las vividas por la mía propia en los años después de la revolución. Las maletas con las cuales salieron de Cuba Ramón y Amparo eran tan idénticas a las que llevaron mis padres, que los recuerdos me avasallaron de manera significativa. Vivencias que creía olvidadas, estaban presentes en el subconsciente esperando una ocasión como ésta para expresarse en sentimientos fuertes, tristezas y añoranzas. Y al advertir además las semejanzas con lo que se está gestando en Colombia, el horror de esa realidad posible me está obligando a elegir entre la pasividad, la entrega y la fuga, o la lucha, la resistencia y la esperanza de un repliegue manifiesto de la propagación ya avanzada del comunismo del Siglo XXI en ésta, mi segunda patria.

Quienes no lo han vivido, no sabrían entender las señales que se perciben del proceso y la claridad con la que se hace la homologación de la evidencia. Pero créanme por favor: cada día es más estrecho el espacio que nos separa de la venezolanización de este país. Creo que ya ni siquiera depende de nuestra decisión en las urnas.

lunes, 20 de junio de 2022

Colombia eligió!

 

¡Bueno Colombia, elegiste! Aunque los resultados no me terminan de convencer y los atribuyo a algún intruso código informático, entiendo que estaban dadas las condiciones para que llegara al país el “cambio” tan anhelado por ciertas mayorías que votaron por un diseño falaz de futuro igualitario y soluciones mágicas de un estado protector y de recursos inagotables. Ya tenemos presidente y les voy a hacer un cuento de la trayectoria recorrida por el sistema que asume el poder el 7 de agosto próximo.

La pobreza no es nueva y las desigualdades tampoco lo son. Es más, nunca dejarán de existir porque forman parte de las mismas diferencias congénitas o adquiridas del ser humano. Creer que un gobierno podría homogeneizar la población de un país es tan ingenuo como apostarle a un coeficiente intelectual superior para todos los humanos. ¿Pero por qué hemos llegado a pensar que sí es posible? Para empezar, se necesita generar conciencia de un problema; luego buscar algún culpable para finalmente, erigirse como la única solución y conseguir el entusiasmo y la adhesión de unos ingenuos ciudadanos. Esto lleva tiempo, pero si algo se puede destacar de las izquierdas es su paciencia y la capacidad convincente de su discurso populista.

Hace 30 años no se percibía tanta insatisfacción en la pobreza. La gente tenía dos opciones: aceptarla y congeniar con ella, o buscar maneras para progresar que eran entonces más factibles y en cierto modo, alcanzables. Porque veía la vida apacible y feliz que vivían campesinos y otras comunidades pobres, en armonía con su sabiduría primaria y sus costumbres, muchas veces me cuestioné si era mejor ignorar que conocer sobre temas como la inmoralidad de la política, el cambio climático, las pandemias, los peligros del glifosato, la sobrepoblación, la inminencia de la globalización y otros tópicos que causan desasosiego y nos impiden vivir hoy, el aquí y el ahora privándonos del descanso del sueño y agregándonos angustias y preocupaciones. Lo digo con autoridad porque siempre viví cerca del campesino y del obrero y por mi vocación primero y mi profesión después, me interesé siempre en el ser humano detrás de los estereotipos y las categorizaciones.

Y entonces llegó el discurso aquel, con el libreto del Foro de Sao Paulo y un objetivo político claro y comenzó a construirse sobre la desigualdad evidente y en mucha parte generada por la corrupción imperante en el país. Pronto se generó conciencia sobre ello haciendo que el campesino se concientizara del abandono del gobierno y se compadeciera de sus necesidades y que el obrero se sintiera explotado por su patrón y convencido de estar logrando la riqueza ajena a costa de su gran esfuerzo y sacrificios. Atrás quedaba la vida apacible, de pronto resignada, pero en armonía con sus propias capacidades. Ahora se convertían en víctimas, en mártires que no merecían su suerte gracias a la elocuente narrativa de los que se erigían como sus únicos redentores.

Ya con la insatisfacción exacerbada y la visión de una vida mejor, más fácil y merecida, lograron establecer el odio de clases y el resentimiento: dos ingredientes esenciales para lograr el triunfo que registraron hoy.

No veo cómo se armoniza una vida de insurrección criminal con un ejercicio del poder compasivo y humanitario. No vi en las guerrillas colombianas una filosofía benefactora sino una lucha de poder erigida sobre la miseria de algunos, la drogadicción de la juventud y la acumulación de riquezas para convertirlas luego en el medio de alcanzar sus objetivos. Objetivos que no conducen a mejorar la vida de nadie diferente a ellos mismos y financiar su obra expansiva por todo el continente.

Como ya lo hecho, hecho está, no vale la rebelión que conduce a más sufrimiento y solo nos queda honrar lo que nos queda de democracia, aceptando la elección popular y buscando acomodarse lo mejor que se pueda al nuevo escenario y a los cambios que elegimos. Ya no hay un Chapulín Colorado que nos defienda y recuerden que entre los planes del nuevo gobierno está la desaparición del ESMAD.