He llegado a perder
la fe en la capacidad de nuestro pueblo para defender y asegurar la democracia.
Somos demasiado cómodos, confiados en exceso y han ido desapareciendo los
liderazgos.
Ya todo nos parece
normal. Las garrafales concesiones a los
narco-guerrilleros les llamamos “paz”. La repartición de nuestros impuestos
entre insurgentes, violadores, delincuentes y otras categorías de bandidos, no
parece afectarnos demasiado. El que la mayor parte de la Farc se haya vuelto
“disidencia” lo explicamos por el incumplimiento del gobierno en temas que le
competen. Mientras el Hospital Militar esté vacío de heridos, los muertos poco
nos importan. Ya que los grupos armados dicen defender el medio ambiente, uno
que otro ataque a oleoductos con el consiguiente daño ambiental, es pasajero.
Las evidencias de abusos de la JEP, a quién le importan? Parece que la
burundanga hizo una aspersión generalizada que nos dejó a la merced de lo que
haga el gobierno sin deseos de disentir, de reclamar, de sentar una voz de
protesta. Las investigaciones que se anuncian con bombos y platillos, se quedan
en algún escritorio cómplice con el delito y ejemplos hay suficientes: las
impolutas, Odebrecht (somos el país más rezagado en este proceso) la bomba del
Andino, el caso de Santos y su amigo y gerente de campaña Roberto Prieto, la
corrupción en el SENA, los carteles de las cortes, por mencionar unos pocos.
Sabemos que para gastos
de funcionamiento de la JEP en el año 2018 le fueron asignados $200.000.000.000
más $43.000.000.000 para prestaciones o nóminas paralelas. Pero no les alcanzó
tan generosa asignación y presentan un déficit de recursos por $5.900.000.000.
Dentro de los gastos se hallan
estas perlas: Por concepto de:
Primas de Navidad: $2.670.000.000 - Otras primas:
$8.600.000.000 - Bonificaciones: $16.600.000.000
Qué fácil es
dilapidar el dinero ajeno, si finalmente los colombianos solo protestamos por
redes sociales o en reuniones familiares y hurgamos en los bolsillos para
cumplir con aumento del predial, reforma tributaria, IVA del 19% sin que haya
una retribución real en bienestar para los ciudadanos. Cada día se
nos pone de manifiesto el destino que tienen esos dineros que con esfuerzo
tributamos; además de enriquecer a los políticos corruptos, se destinan para
satisfacer los apetitos burocráticos en aras de obtener un resultado deseado.
Se entregan olímpicamente a quienes protestan afectando importantes sectores
del país y de la economía y a quienes reclaman con suficientes actos vandálicos
y amenazas retando la institucionalidad.
Imaginemos los
$800.000.000.000 que costó apaciguar la minga, invertidos en salud y educación
para la Guajira, para el Chocó, para cualquier zona desamparada del país. No
será la panacea, no será la solución, pero cuánto ayudaría a mejorar la calidad
de vida de esas poblaciones. Entregados a los indígenas, se desaparecen de
cualquier seguimiento o control y terminan invertidos en expandir los cultivos
que abundan en la zona donde se sublevaron los nativos infiltrados por la
izquierda.
Es obvio que este
ejemplo de ceder ante la violencia con dádivas desmedidas, no lo pasan por alto
otras organizaciones que, además de conseguir la desestabilización del gobierno
y del país, cual es un propósito del socialismo, se hacen a unos subsidios importantes
que a su vez financian más movimientos subversivos para terminar de hacerse al
poder y adueñarse de las arcas ya mermadas pero fecundas de nuestra nación.
Ese es el escenario
actual y el panorama se pinta de gris. No demoramos en ver otros paros, otras
manifestaciones “estudiantiles”, más saqueos al estado, nuevas acciones
terroristas apaciguadas con sumas millonarias y promesas desproporcionadas
mientras crece la deuda externa y merman las inversiones sociales que tanto
necesita nuestra patria.
Me niego a creer que
haya quien, de buena fe, defienda a la JEP junto con toda la vagabundería que
se está revelando; que no vea ya el comunismo acechándonos cada vez más cerca,
cada vez más real. No entiendo que no aprecien las similitudes de lo que se está
gestando en Colombia, con otros movimientos de izquierda visiblemente
fracasados y generadores de miseria y desesperanza. Ignoro qué les induce a
pensar que se está disfrutando algo de paz cuando la coca invade nuestro
territorio generando violencia, desplazamiento poblacional, deforestación y
compromiso de los ecosistemas, entre otros. Se forman repúblicas independientes
alrededor de los cultivos ilícitos, donde las fuerzas del estado están
proscritas y la consecuencia es el caos y el conflicto social. Y menos entiendo
cómo se puede creer en una persona que ha cometido toda clase de delitos; que
ha asesinado, envenenado a la juventud con drogas ilícitas, despojado a
humildes campesinos, violado niños, ordenado abortos forzados y hoy posan de
redentores con un importante séquito seducido por sus promesas. Promesas
copiadas de las que una vez hizo Chávez a los venezolanos o Fidel a los
cubanos. Se dice que un mentiroso no deja de serlo; pero alguien que tiene la
capacidad y la frialdad suficiente para ordenar una masacre, violar un menor o
ser permisivo con esta conducta, que además no muestra arrepentimiento alguno,
sí podrá dejar de ser un criminal en potencia? Esto explica la psiquiatría: Los psicópatas no se rehabilitan pero simulan que
cambiaron y “son lo suficientemente inteligentes para hacerlo”. Podremos depositar nuestra confianza y entregarle
poder a alguien así descrito?
Seremos capaces de
reversar todo el daño que ya está hecho a la sociedad? Podrá Colombia
restablecerse de tantas afecciones económicas y morales que se le han
infringido con nuestra complacencia? Podremos tener tranquilidad de conciencia
entregando lo que queda de país a nuestros descendientes?
Sobre nuestros
hombros estará el peso de la realidad que estamos construyendo con nuestras
decisiones; estaremos preparados para asumirlo?