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El reto de gratitud de 7 días

Este fue un reto de redes sociales, que consistía en dar gracias por tres razones durante 7 días. Dia 1 1. Doy gracias a Dios por mi vi...

sábado, 4 de agosto de 2007

QUIERO CONTARME A MI MISMA

Quiero contármelo a mi misma; quiero oír como suena la experiencia inigualable de amar, generación de por medio, al hijo de tus entrañas.

No comienza esta relación en el momento de concebirla, como sucede con la maternidad. Cuando sabes que vas a ser abuela, te sientes orgullosa de haber aportado a la vida una segunda generación. Es un raro sentimiento de perpetuidad que se vive con admiración, con curiosidad, con ternura, con expectativa y con las preocupaciones que tu paso por la vida y la experiencia te han permitido acumular acerca del nacimiento de un bebé.

Luego, el tiempo transcurre lentamente, como todo tiempo que conduce a lo que se desea. Y también como todo tiempo, llega a su final el día en que descubres que te has convertido en abuela de un pequeñín desconocido. Es un bultito nada más; es una personita anónima y diminuta que llega a ocupar un lugar enorme que le tenías reservado desde siempre.

Desde ese momento te duele el sufrimiento de un parto ajeno y te sientes madre del hijo de otra madre. Desde ese segundo sublime, tu corazón se abre en dos para centrar un cariño nuevo que por lo inmenso, no volverá a permitir tu indiferencia.

A partir de ese instante entras a formar parte de esa vida a través de unas pupilas que te miran sin verte y que no se proponen conquistarte. De unas pupilas con una curiosidad inmensa y una indiferencia eterna y prodigiosa que te atan a su destino para siempre.

Cada mirada vacía de los primeros días, cada contacto errático y exploratorio de esas manitas curiosas, cada sonrisa primero refleja y luego conciente, cada sílaba que busca un significado, cada gesto que conforma su lenguaje, cada rasgo que aunque cambiante reconoces, cada palabra impulsiva que pronuncia, te transportan en éxtasis inmenso por todo tu pasado hasta encontrar su origen, hasta descifrar su fuente o hasta comprobar, maravillada, que la vida es la vivencia repetida del amor infinito que se hace presencia y realidad a nuestro limitado alcance.

A medida que va creciendo, el contacto y la palabra responden al sentimiento. Te ama y se permite sentirlo y expresarlo en una hermosa demostración de inocente sabiduría. Ya estás presa para siempre y vives ese cautiverio con una sensación de libertad tan atrayente que no recuerdas algún afecto anterior tan sencillo, tan perfecto y tan liberador. Es como si vivieras una vacación eterna; no tienes que pensar en el colegio, ni en el doctor, ni en la reposición de su vestuario. Pero lo piensas, solo que en la más absoluta y completa libertad. No importa si se unta con la comida, si luego se puede limpiar. No importa si se pone los mismos zapatos todos los días, o la camisa preferida ya no está tan presentable, si eso es lo que lo hace feliz. Qué importa si aplaza un poco la hora de las tareas si más tarde las hace con más placer. Ya hemos vivido tanto, que sabemos que esas pequeñeces se diluyen en la realidad del diario vivir y el sentimiento subyacente, el que de verdad importa, prevalece y le revela la certeza de que le amamos por sobre todas las cosas con un amor que le fortalece y que le estructura en la confianza, sus condiciones para crecer y para ser feliz.

Aprendí desde mi vivencia que amarle es un privilegio. Amar con amor de abuela me ha permitido recorrer nuevamente las juguetonas etapas de la niñez lejana y en un deleite insospechado vivir la alegría, la ilusión y la despreocupación de la vida infantil. Armar un rompecabezas, meter un gol o hacer pasar un tren por el túnel se viven como un reto entusiasta, capacidad perdida en la estrechez emocional de la vida adulta. Volver a reír con risa de niño y ser capaz de mirar el mundo con mirada nueva solamente es posible cuando se ha sido abuela.

viernes, 27 de julio de 2007

DIVAGACIONES A 30.000 PIES DE ALTURA


Es curioso como uno puede atribuír la felicidad a un territorio geográfico. Nada que ver con el mar, con el clima o con la circunstancia. Es “allí” donde somos felices, donde sentimos que las preocupaciones están a muchas millas de distancia y donde permitimos a nuestra mente creer que la vida es así de simple, así de fácil, así de feliz.

Por supuesto que hay además en ese lugar lazos que nos atan suavemente, dejando abierto un espacio para la fuga y eso lo hace aún más atractivo. Es sentirse amarrado con cadenas afectuosas. Es un vínculo de amor que no exige y no limita.

Miami es ese lugar. Allí se halla la familia que no tengo; allí me encuentro con mi identidad perdida en el síndrome del exilio y siento la extraña y remota sensación de estar en casa. Allí escucho la entonación familiar del acento de mis ancestros y retomo la historia perdida tanto tiempo atrás. Tiempo en el cual no he logrado romper el vínculo causal que ata la vida adulta con los primeros años que anduve por el mundo. Conservo vivo en mí un pedacito de aquello que me formó en el día a día infantil y familiar, tan lleno de afecto, tan colmado de ilusiones. He tenido que ir construyéndome con cada paso que he dado, intentando torpemente que esos pasos se apoyen en las huellas dejadas atrás a la vez que me conducen hacia el carril que marca el destino desconocido. No siempre compatibles, mis huellas y mi destino.

Es en Miami entonces donde más juntos se hallan mi presente y mi pasado. Es allí donde se achica la barrera y donde siento por fin que mi vida es una sola. Allí descubro con placer inmenso que he sido yo misma, aunque viviendo una vida que a veces, parece que no ha sido mía.

En minutos voy a aterrizar en la tierra de mi presente. El vuelo que me trae de regreso a mi casa pero también me aleja de mi casa está a punto de terminar y con el, termina también mi familiar divagación en busca del yo perdido.

domingo, 8 de julio de 2007

ADIÓS A MI PADRE

Qué difícil ha sido despedir a mi padre. Su partida me dejó sin lazos físicos que me unieran a mi pasado; sin un referente que materializara mi ancestro y que me sirviera de ancla en una patria ya tan mía como una vez ajena. Despedirlo revivió el antiguo fantasma de sentirme una cubana de ninguna parte o una colombiana de un extranjero desconocido. 
 Me deja también su partida un legado invaluable y precioso del cual me hizo única responsable careciendo de todos sus recursos: su carisma, sus vivencias, su inteligencia, su alegría. Solo Dios me hará digna y capaz de hacer perdurar su memoria y su dote como hermosa herencia a las futuras generaciones de familia y amigos. Papo dejó su huella en todos nosotros.Impactó de alguna manera nuestras vidas y marcó profundamente nuestros corazones. Su alegría, sentido del humor y manera de ser extravertida le prodigaron incontables amigos; su tenacidad, honestidad y espíritu luchador, innumerables admiradores. Su generosidad y su altruísmo, le merecieron un espacio en el corazón de muchos. Y yo confío en que todas estas cualidades le reservaron un sitio muy cerca de Dios. 
 Por eso hoy le recordamos con mucha gratitud y afecto. Le extrañamos, sí, y mucho. Le extrañaremos siempre. Pero no fue en vano su paso por la vida y esto es una herencia infinitamente rica y comprometedora. El cariño de ustedes, su presencia hoy aquí, física o ausente y el ejemplo de entereza de mi padre, me hacen fuerte para completar mi destino. Este es un homenaje a la vida; a su vida, a la vida de mi padre: amigo para siempre de ustedes, motivación, orgullo y fortaleza para mi. 
 Gracias, muchísimas gracias. A Ari y mis hijos por su apoyo amoroso en este año difícil, a ustedes por su cariño generoso y reconfortante; a Inés por sus pacientes cuidados a mi padre, a Santi por ser su mayor ilusión y alegría, a Dios por su sabia guía y su amor infinito.

PÍLDORAS DE SOLEDAD

La soledad es un valor agregado a la existencia. Cuando estás solo, el silencio tiene mil formas y mil colores; el paisaje es más amplio y ofrece más variedad. La mente hace su mejor esfuerzo para acompañarte y llenar tu vida de su propio contenido. ¿Por qué huirle, entonces? ¿Por qué no tomar lo que nos ofrece, y agradecido, enriquecer el alma con tan genial, inédita y variada oferta?



Llegamos a este planeta después de nueve meses de la más absoluta soledad. Soledad absoluta, sí; pacífica y acogedora. Casi de inmediato aprendemos a depender de los demás. La presencia de alguien nos calma las necesidades, arrulla nuestro sueño, acompaña la vigilia, alcanza nuestros anhelos. Abandonamos entonces aquella soledad absoluta y primitiva para siempre. ¿Será que así podemos prepararnos para retornar a ella?



A más gente alrededor de mi, más evidente se hace mi propia soledad. Porque soy inédita, porque soy distinta, porque soy ajena, porque soy original. Nunca podrías compartir mis vivencias, mi dolor y mi alegría porque llevan los matices de mi misma; porque los siento a mi manera, porque los vivo como yo soy.