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El reto de gratitud de 7 días

Este fue un reto de redes sociales, que consistía en dar gracias por tres razones durante 7 días. Dia 1 1. Doy gracias a Dios por mi vi...

domingo, 23 de diciembre de 2018

Thanksgiving 2018

Mis hijos: Qué lindos ratos me regalaron este fin de semana. Tenerlos juntos y cerca a los 5 hijos y 4 nietos es mi mayor ambición a estas alturas de mi camino. Doy gracias a Dios que lo permite y que todos están bien de salud de cuerpo y mente. La vida es más corta de lo que uno cree a la edad de ustedes y que estemos unidos, así toque en la distancia y que también ustedes estén unidos entre sí con sus respectivas familias, es mi segundo mejor regalo. Porque el primero e irreemplazable son mis cuatro tesoros que me llenaron un día la vida de ilusiones nuevas, de amor nuevo, de abrazos, de besos, de esperanza y felicidad. Tesoros que me hacen feliz cuando los veo dormidos en mi cama o cuando desordenan cada espacio por donde van pasando para disfrutar a su manera de estar reunidos y contentos.
Esta tarde ya sola en esta casa que se crece y se hace inmensa cuando no están, pensaba que no sé manifestarles toda mi alegría y gratitud por hacer éste, mi sueño de siempre, una realidad. La rutina vuelve pero se siente más llevadera cuando el corazón está repleto de tantas emociones y experiencias. Hoy somos 11, siempre fue pequeña mi familia; pero cualquier día, cuando El Señor lo disponga y sea el momento, la veremos crecer y llenarnos nuevamente de sensaciones nuevas y sorprendentes. Experimentaremos todos otra vez la vivencia sublime de dar la bienvenida a un nuevo ser que nos trae la luz que nunca se apaga y el amor que se reinventa para él.
Gracias por tanto que me aportan para desear vivir. Gracias por disponer de estos espacios para reunirnos. Gracias porque sólo en ustedes siento que la vida no es tan corta; sólo en ustedes veo un futuro para mi, en amor o en recuerdos, pero real y presente como la vida misma.
Los amo. Gracias. Vayan con Dios.

Llegamos al punto de no retorno?





Con frecuencia oigo o leo preguntarse cómo es que algunos se escandalizan con la foto de Guacho muerto pero les parece normal tener a unos narcotraficantes, secuestradores, asesinos y violadores ocupando una curul en el Congreso de la República. Yo creo entenderlo un poco y me lo explico en tres escenarios:

Durante 8 años Juhampa nos sometió a un proceso de desensibilización sistemática, de manera que nuestros buenos líderes fueran vistos como asesinos, delincuentes, paracos y ladrones. Montar procesos falsos y pagar testigos se hizo recurrente y se volvió paisaje. A nadie parecía molestarle esta práctica que sembró dudas que luego se volvieron certezas, sobre la moralidad de muchos líderes de la oposición. Genial forma de opacarla, de minimizarla y finalmente, hacerla desaparecer.
Paralelamente la izquierda hacía su ya probada labor de adoctrinamiento, seduciendo las mentes más frágiles como las de jóvenes y personas de estratos bajos, convenciéndoles de las bondades de un cambio de sistema de gobierno para que todas sus penurias fueran resueltas.

Por el otro lado corrían ríos de mermelada, asegurando que la justicia y los medios de comunicación se adhirieran a la tarea de desinformar y sesgar los hechos para favorecer la intención del Estado.

Y aquí tenemos el resultado de ello: lo que antes era bueno, hoy es malo. Lo que antes era costumbre, hoy es homofobia, feminismo, no-inclusión. El sistema de valores se está invirtiendo aceleradamente, los jóvenes creen que se las saben todas y se merecen todo (tal vez como nosotros alguna vez) y los líderes que prometen la redención, recitan sus discursos prefabricados en Cuba que incitan al odio de clases. Los empresarios son los opresores, los políticos los ladrones (y sí, pero ese apelativo aplica también a ellos mismos) y el pueblo es la víctima, el sistema el victimario.

Lo curioso de lo anterior, que la corrupción de hoy podría validar, es que el modelo de izquierda es el que mayores fracasos ha sufrido en la historia. El cáncer de Colombia no es el sistema: es la corrupción que impera en él y así será en cualquier otro que quieran inventar o extrapolar pues el corruptor está en la gente; está en la comunidad, está en el ejemplo y en lo que se ha venido recompensando con la admiración de la sociedad. La responsabilidad que nos atañe es volver a la educación desde el hogar y formar niños con valores, que se conviertan en ciudadanos íntegros y de allí surjan políticos con verdadera vocación de servicio honesto. Como alguna vez fue; como quienes lo vivimos, lo añoramos. Un viraje a la izquierda en medio del caos que vivimos, sería una verdadera hecatombe y la vulnerabilidad está en el tiempo que tomaría comenzar por donde se debe.

Pero el discurso va aumentando su poder persuasivo y su capacidad de engaño y aumenta la turba de cándidos devotos. Poco a poco se incorporarán a ese discurso las palabras imperialismo, revolución, igualdad, capitalismo, opresión, burguesía, libertad y unas cuantas más que mi memoria registró alguna vez y las asoció al exilio y al sufrimiento.

Aquí no hay ningún redentor, colombianos. Todo está inventado ya y lo que estamos viviendo es su implementación. Nosotros decidimos apoyarla con nuestra pasividad o nuestra torpeza mientras la oscura misión avanza sin tropiezos. Ya no sé si estamos a tiempo todavía para torcer el destino a nuestro favor o hemos tocado el punto de no retorno.





miércoles, 24 de octubre de 2018

Perdimos la capacidad de asombro

Esta composición de fotos que recibí hoy por WhatsApp me llevó a lo más profundo de los sentimientos por Colombia y por el futuro de nuestros descendientes. Mucho ha tenido que pasar en el ámbito político nacional para que hoy veamos con naturalidad a los peores delincuentes y asesinos que ha tenido el país recibiendo homenajes, paseando por el mundo, ocupando una curul inmerecida mientras sectores de la sociedad aplauden y aseguran que todo es cuestión de perdonar; mientras las víctimas son relegadas a la indiferencia de su dolorosa condición y mientras los grupos desmovilizados parcialmente fortalecen sus condiciones para la lucha armada que los lleve a la coronación de sus intenciones de siempre: la toma del poder para implantar el socialismo.
La capacidad de asombro se pierde paso a paso, desde el momento del nacimiento hasta el fin de nuestros días. La rutina en los colegios, la forma de enseñanza y muchas otras, son causas importantes del hábito negativo pero en la edad adulta, existen métodos muy eficaces para cambiar nuestra conciencia y hacer que veamos las cosas de una manera diferente. Y sin duda, ese proceso lo venimos viviendo desde gobiernos anteriores y el trabajo paciente de las corrientes de izquierda.
Desde hace años, no sabría cuántos, se vienen trabajando muy sutiles formas de inducir en ciertas comunidades, la utopía de una visión de país muy diferente a la democrática; esto es relativamente fácil y cuando se cuenta con organizaciones internacionales que financian la estrategia, pues es cuestión de tiempo lograr lo que se propone. Primero resaltan las carencias, fácilmente encuentran un culpable y ofrecen una única alternativa de solución: la doctrina socialista que inculcan por inducción y por emociones. Obviamente este primer esfuerzo se dirige a lo que ellos llaman el proletariado: los “explotados” del capitalismo al que atribuyen todos los males de las sociedades modernas. No es difícil convencer en las carencias, ni es complicado atraer el interés de las clases obreras, campesinos, estudiantes, excluidos y desadaptados sociales.
Lo que vemos hoy en Colombia es el progreso de ese trabajo de crochet que se fue tejiendo en los grupos sociales mencionados. Necesitan que el Estado les provea y este sistema se los promete pero no se hacen preguntas más allá de las que les dicta el deseo y la ilusión; el resto lo completa la perseverancia del hábil mentor y por supuesto, las desigualdades sociales que, dicho sea de paso, tienen generalmente su origen en las desigualdades naturales de cada ser humano en términos de aptitud, actitud, intereses y otros.
Pero la realidad es que la sociedad que padecemos es cada vez más desigual y la corrupción ha hecho su mejor trabajo para contribuir enormemente a ello. Ponemos todas las esperanzas en los gobernantes que se han hecho elegir con métodos poco ortodoxos y mucho menos correctos y los elegimos una y otra vez. De manera que las condiciones están dadas. Colombia es el caldo de cultivo y la izquierda es la bacteria que lo aprovecha para desarrollar su potencial devastador.
Ya estamos en la etapa de la desestabilización, la polarización, la corrupción desbordada, las ideologías antisociales y familiares que se han sumado a la insatisfacción casi general con el sistema político imperante. Ya el trabajo de crochet está bien adelantado y contamos con líderes que promueven y estimulan el odio de clases y las insatisfacciones, algunas justificadas y muchas no. Ya los jóvenes han recibido su inmersión teórica y emocional en todas las maniobras que bien conocen y aplican los caudillos de la izquierda que les reafirman, desde el ángulo incorrecto, que sí es posible un futuro mejor en el cual no es necesario el esfuerzo, el estudio ni el trabajo para lograr el cometido.
Ver estas imágenes que les comparto, me hizo rebelar muy fuertemente contra la pasividad y la tolerancia con la que hemos permitido el avance de este sistema del cual no conocemos otro fruto que el fracaso. Me cuestioné sobre la manera en que, a pesar del rechazo, he caído junto con la mayoría del país en la zona de confort de la aceptación y la seguridad que da el ver los toros detrás de la barrera. Cada día es un día menos para luchar desde las formas de la democracia, la ética y el amor contra el país inviable que nos están construyendo ante nuestros ojos mientras nos atamos voluntariamente las manos a la espalda.

domingo, 2 de septiembre de 2018

Una despedida catártica al saliente presidente.


Los tristes legados del presidente Santos, a buena hora ausente ya del poder, fueron entre otros:
La subversión de valores que logró imponer en el país
La categorización de los colombianos en amigos y enemigos de la paz
El menoscabo de la imagen y de la historia política del presidente Uribe
La mitomanía como sistema de información del Estado
El retroceso en las condiciones para la paz
Antes de que me lluevan rayos y centellas, me refiero a cada uno de ellos:
Hace unos años, en Colombia sabíamos qué era bueno y qué era malo. En forma muy general, lo bueno correspondía a todo aquello que tuviera atisbos de honestidad, de buenas costumbres, de ética, cultura, respeto y tolerancia. Lo malo, aquello que iba contra el orden natural, constitucional o de normas sociales y familiares.
Hoy en día prevalece la doble moral impuesta; es decir: nos han querido adiestrar para aceptar como positivo todo aquello que antes era impensable. Como ejemplos doy las curules para la Farc, sin haber mostrado con hechos su compromiso con la patria, como supuesto camino hacia la paz que anhelamos todos. Pero a la vez que aplaudimos que los peores criminales, quienes han cubierto de sangre tantas regiones del país, hoy sean quienes nos hagan las leyes, repudiamos a un ex presidente que se jugó la vida por entregarnos un país mejor del que encontró y lo logró con creces, mereciendo al final de su mandato, el 79% de aprobación de un pueblo consciente y agradecido. Mientras que muchos repudian a la iglesia católica por las aberraciones de algunos sacerdotes, aplauden a quienes han jugado con la dignidad de nuestros niños y adolescentes, quitándoles hasta el derecho a la vida a los hijos que engendraban con sus cautivas.
Dividir a los colombianos en dos categorías, le reportó al presidente Santos exactamente lo que buscaba con ello: la polarización y enfrentamiento de quienes se dicen de derecha y los que son o creen ser de izquierda. El país se entretuvo en ello mientras los mismos de siempre diseñaban o ponían en funcionamiento la agenda política que ya estaba prevista. El centro prácticamente desapareció bajo el impacto de choque de los extremos que cada día se ensañaban más y se hacían más divergentes sus planteamientos a nivel de redes sociales.
La intervención a lo que representó la figura y la recordación del presidente Uribe fue una misión a la cual se aplicaron las altas figuras de la política y la justicia; misión comandada por el jefe de la maniobra mediática que logró, por fortuna en minorías, desfigurar la imagen del presidente Uribe y su obra de gobierno que en su momento, fue un extraordinario salvavidas para el país. Fichas claves en el sector académico hicieron una tarea colosal, aprovechándose de la ignorancia de los jóvenes en materia política y experiencias propias en gobiernos anteriores.
Hoy repiten y condenan, pasando por alto las debidas formas y etapas de un proceso oficial de juzgamiento que dicho sea de paso, perdió la credibilidad y el honor frente a todo el país.
La mitomanía: creo que con sólo mencionar la palabra, sabemos a quién se refiere y recordamos infinidad de ocasiones en las cuales el presidente Santos mintió de cara al país. Unas cuantas? Recordemos: “No habrá curules gratis” “El tal paro agrario no existe” “Quiero rendir tributo desde el fondo de mi corazón, a uno de los más grandes presidentes que hemos tenido desde hace 200 años: gracias presidente Uribe” “No le crean a los del NO que los guerrilleros van a ganar $1.800.000” “Le firmo en piedra que no voy a subir tarifas” y hasta el IVA aumentó.
Retrocedimos en las condiciones para la paz. En el año 2010, la guerrilla estaba acorralada, se habían desplazado sus dirigentes a territorios de países vecinos, hasta donde los fue a buscar el ejército colombiano en dos ocasiones. En el país se respiraba paz, de esa que hoy no sentimos porque la violencia está metida en las ciudades, los secuestros han aumentado, las voladuras y daños a la infraestructura de la nación reaparecieron. Se respiraba la paz que nos daba la reducción de las siembras de coca, principal instigador de violencia y que en el gobierno de Santos se multiplicaron como por arte de magia. De la paz que ofrecía la sombra de un gobierno intolerante con la violencia y unas fuerzas militares empoderadas y dispuestas a eliminar al enemigo de la patria. Desde el año 2002 hasta que Uribe entregó su mandato, sí supimos y sentimos lo que era la reducción de la violencia y la paz que permitía trabajar y prosperar con un mínimo riesgo de extorsión o secuestro. Era el momento para una mesa de negociación con el enemigo debilitado, lo cual nos hubiera permitido exigir más para los colombianos que para los guerrilleros, que fue lo que finalmente sucedió.
Puedo resumir que Santos nos deja un peor país, con menos muertos y menos muertos reportados ya que los medios le hicieron el juego durante todo su gobierno. Estamos esperando una paz que no se ha disfrutado y por el contrario, corre el riesgo de no aparecer gracias a la proliferación de los cultivos ilícitos y el narcotráfico, así como por las llamadas disidencias que ya no solamente son las bases de la guerrilla, porque han vuelto a su mando tres importantes líderes, al parecer huyendo de una justicia que temen o volviendo a un pasado que añoran.
Santos nos deja un peor país porque sus lineamientos y su equipo negociador permitieron imponernos unos acuerdos que el país rechazó legítimamente. Porque fueron muy crédulos con una banda terrorista cuyos escrúpulos parecen no existir y sus costumbres terminan por imponerse. Porque se hicieron los sordos cuando el país reclamaba la entrega de armas, de bienes y de secuestrados y nada de eso se les exigió en su totalidad. Porque permitieron que la Farc se distribuyera entre los escenarios políticos y las selvas de Colombia, para no perder su poderío militar y económico. Porque aún hoy, con los compromisos sin cumplir y siendo la deserción del camino democrático ya mayoritaria en las filas farianas, seguimos inclinados a sus mandatos y caprichos. Y finalmente, porque estamos permitiendo que la historia de Colombia que conocerán nuestros descendientes, sea re-escrita por los verdugos y no por las víctimas o los observadores estudiosos del conflicto.

sábado, 25 de agosto de 2018

Los jóvenes están equivocados

Que tristeza lo que han logrado con los jóvenes que no conocieron la política de los años 1990-2010. Hoy que se despierta su curiosidad a los hechos del país se les desinforma con las difamaciones y mentiras contra el presidente Uribe, que el mismo estado perseguidor no ha podido comprobar. La siguiente generación considerará a la guerrilla como los benefactores del pueblo y al estado colombiano como el mayor transgresor de los derechos humanos. Eso es lo que han venido construyendo ante la permisividad de los mismos ciudadanos. Y las voces que hoy alzamos porque vivimos la realidad, se irán apagando por el inevitable paso de los años. Yo me niego a formar parte de esta inmensa mentira en la que están sumiendo la historia patria y así como tuve la oportunidad de vivir el engaño cruel de mi país natal y mucho de ello a través de mis familiares, me propongo hoy hacer esa tarea con quienes me sucederán en el tiempo. No podemos dejar morir la verdad agonizante de un estado muy imperfecto sí, pero que se defendió de sus agresores con respeto por la constitución colombiana.
El camino que llevamos no es el que conduce a la libertad y la justicia social, aunque así le estén inoculando a las mentes juveniles.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Una crucial elección de presidente


Colombia es un hermoso país, de gente pujante, de climas, costumbres y paisajes diversos, de música y sabores inagotables. Es un país al que me fue fácil querer luego de abandonar el propio en un proceso con dolorosa historia de exilio y pérdidas sucesivas.


Mientras ignoré lo que implica la política en la vida normal de un ciudadano, permanecí alejada del tema;  pero el deterioro de la dignidad  y de los valores ciudadanos que hemos visto en los últimos 20 años en la política, me fue involucrando emocionalmente y despertándome la necesidad de conocer un poco más para poder formarme un criterio y aportar de alguna manera en el proceso. El lamentable espectáculo de circo que es hoy una elección popular de nuestros gobernantes, con muy escasas excepciones en el país, es la manifestación más dramática de lo que no debe ser la democracia. Hoy día en Colombia, el dinero decide el triunfo en lugar de las calidades personales del candidato, como solía ser. Y es el dinero también el móvil que impulsa a perseguir a todo costo la silla del poder, para construir un patrimonio y en ocasiones para aumentarlo desmedidamente, aún a expensas del deterioro de la calidad de vida de sus gobernados. Pero nosotros mismos hemos contribuido a ello; no siempre con nuestro voto pero sí con el reconocimiento que hoy hace la sociedad al tener, en lugar de al ser.
El resultado de todo esto es un país con inmensa desigualdad económica y social, que se constituye fácilmente en caldo de cultivo para el discurso populista y para el asentamiento de ideologías de izquierda que más que el cambio social, buscan el poder y el dinero, triste costumbre actual de casi todas las demás. La única diferencia es que en aquella, la igualdad se logra en la pobreza, la alienación y la falta de oportunidades de todo el que no pertenezca a la oligarquía del régimen controlador.


En este escenario político, la paz no es posible. Firmar un acuerdo que no contribuye al cambio social profundo sin matices políticos; que no consulta el querer del ciudadano y que no permite conciliar culpas y resentimientos, es un esfuerzo inútil. No quiero repetir una vez más los factores que poco aportan a la paz cacareada, como el aumento desbordado de los cultivos ilícitos, la impunidad para delitos atroces, las cuestionadas disidencias, entre otros muchos.


No quiero ir más allá, hacia donde pienso que va encaminado este acuerdo; tampoco quiero llegar al lugar común de Santistas versus Uribistas en el cual está empotrado el debate nacional. Lo único que quisiera, a pesar de mi escasa visibilidad y nulo poder popular, es construir consenso en torno a la verdad de fondo de este proceso para que Colombia entera tome conciencia de que el cambio está en cada uno de nosotros. En nuestras aspiraciones, en la formación que damos a nuestros hijos, en la oportunidad que ofrecemos a quien no la tiene, en el cultivo de los valores cívicos y personales, en el respeto a las normas, a las personas, a las plantas y los animales. El cambio para lograr una paz real empieza en el hogar de cada uno y se comienza a percibir cuando elijamos gobernantes dignos de la responsabilidad que se les confiere sobre el país y sobre el futuro de todos nosotros.


No creo en la paz de Santos porque le falta el ingrediente fundamental del consenso popular y es allí precisamente donde deberá construirse; porque ha sido diseñada sobre bases cuestionables y en entornos contaminantes y sesgados social y políticamente; porque se nos quiere imponer blindando sus acuerdos concertados a la sombra y porque a un presidente que desde siempre ha mentido a los colombianos, no le puedo confiar mi futuro y el destino de todo un país.

Es innegable que entre lo concertado en La Habana está la permanencia en el tiempo de las prerrogativas que han pactado con los guerrilleros, de manera que es de esperar que el gobierno emplee todos sus artilugios para asegurarlo.  Aquí reside la importancia de esta elección presidencial, que solamente con una votación profusa y responsable, podremos los colombianos decidir el rumbo que queremos para la patria.

 

lunes, 7 de mayo de 2018



ENEMIGA DE LA PAZ?

Hoy me dijeron enemiga de la paz. Antes de reaccionar como siempre, con molestia por tan injusta acusación, me di a la tarea de analizar el porqué merecería este calificativo, ya que no era la primera vez que me lo adjudicaban.
Luego de un juicioso análisis me reconcilié con la frasecita, hoy tan popular en boca de los mamertos y les voy a contar por qué acepté que definitivamente sí soy una enemiga de "la paz".
“La paz” es un apelativo con el cual decidió JMS adornar los a...cuerdos de La Habana a priori, generosa e irresponsablemente. Se sirvió de ello para dividir con éxito al país en dos bandos: quienes están a favor y quienes en contra de “la paz”. De allí la polarización que nos ha convertido a los conciudadanos en hostiles adversarios y en muchos casos, ofensivos, burdos y groseros combatientes, por causas inducidas por un régimen que logró con ello conseguir una de las metas inapropiadas de las que se vale la izquierda para penetrar una sociedad.
"La paz" es un recurso conquistador de ilusos, que desencantó tempranamente a quienes confiaron en una real armonía y reconciliación entre todas las colectividades del país.
"La paz" concebida como la conformación de dos Farcs: la que permanece en actividades ilícitas y terroristas y la que conformó un partido político con los privilegios que no tuvo nunca ningún otro, es una falacia que cada día ratifica el error de confiar en ella.
"La paz" que pretende abrise paso en la mente y el corazón de los votantes, no será posible mientras los cultivos y el tráfico de coca tenga las dimensiones a las que ha llegado hoy, a espaldas de la confianza y la generosidad de quienes creyeron en la buena voluntad de los negociantes de los tendenciosos acuerdos de La Habana.
Por todo eso, definitivamente sí soy una enemiga de "la paz"; de esa paz que resalto entre comillas porque no es la verdadera, porque ofende a la PAZ auténtica que es íntegra, decorosa, justiciera, equitativa y meritoria. Es ésta la paz que buscamos los colombianos y que tendremos, no con un cambio de régimen político, sino cuando seamos capaces de desterrar la corrupción, origen y motivo de todas las desigualdades que ensombrecen esta sociedad.



EL PROCESO DE PAZ Y EL MANEJO DE LA OPINIÓN
 

Es curioso notar cómo el establecimiento ha ido insinuando y moldeando los argumentos de las masas para que se pronuncien en contra de la oposición; curioso a su vez es ver que muchos adoptan esas pautas casi subliminales, en las mismas frases que no podrían sostener sino apoyados en los mismos argumentos fabricados y expresiones construidas que repiten y repiten por todos los medios a su alrededor.

Primero se inventaron una guerra. Como consecuencia, muchos comenzaron a creer la falacia que la única manera de conseguir la paz era aceptando las condiciones del acuerdo de La Habana. Que yo recuerde, Colombia no estaba en guerra; las fuerzas militares combatían con éxito una insurgencia criminal que comenzó a huir del país, se desmovilizaron miles de guerrilleros y de paramilitares como consecuencia de una estrategia de debilitamiento y condiciones justas para la reinserción, mientras la economía y la seguridad florecían como no hubiese sido posible en un escenario de guerra como el que nos quisieron vender.

Agotada esa etapa, convencidos del horror de continuar viviendo en guerra y luego de acomodarnos ilegítimamente el acuerdo, todos los mensajes iban dirigidos a empañar la gestión del ex-presidente: Uribe paraco, autor de los falsos positivos, (los cuales, insólitamente, no desmerecían al ministro de defensa de entonces, responsable directo de las acciones militares), le atribuyeron a él todos los males de la ley 100 y del aumento del IVA, entre otros. La gente ni verifica, ni profundiza porque son afirmaciones tan generalizadas, se repiten tanto, que ya las consideran verdaderas.

Cuando ya se fatigó este discurso y se impuso de nuevo el liderazgo de Uribe dando la ventaja al No en el plebiscito, la fórmula para retomar la campaña de desprestigio fue que había ganado el engaño, que los votantes habíamos decidido oponernos al acuerdo basados en las “mentiras” que eran las alertas del Senador: que Timochenko podría llegar al poder, que iban a tener curules sin votos ni requisitos, que tendrían sueldos superiores al mínimo colombiano, que no iban a pagar cárcel y otras que probaron ser ciertas muy pronto y aun así, ya demostradas con suficiencia, repiten todavía la legión de psitáceos que no analizan, no verifican, sólo repiten y difunden.

Debilitadas ya las premisas anteriores y cada vez más cerca de la elección del próximo presidente, la propuesta es otra. Supuestamente el castrochavismo no existe, las Farc son unos angelitos y no tienen dinero para comprar votos y repiten continuamente que Uribe está haciendo la campaña del miedo. Que los votantes elegiremos por el temor de llegar a ser como Venezuela, lo cual es una invención del ex-presidente.
Esa es la muletilla actual, que ya se abrió camino entre los jóvenes y aquellos cuyo criterio se debilita ante cualquier otro que sea repetido con frecuencia.

La sucesión de mentiras del presidente, su burla, ya incuestionable, al país, su desgobierno que nos está dejando en una crisis de grandes proporciones, la corrupción desbordada, los hechos de la “paz” que están al a vista y otros tendidos tras cortinas de humo, las agresiones a los acuerdos de parte y parte, pasan a segundo plano en difusión ante los hechos del pasado gobierno que, sin la menor sombra de duda, nos dejó un país próspero y tranquilo, en el que los errores que se pudieron haber cometido eran desdibujados por los éxitos en la gestión que aplaudimos el 80% de los colombianos.

En conclusión, el gobierno ha utilizado el método difamatorio ya probado en la implantación de regímenes comunistas, que se puede deducir, corroborar y casi medir al compararlo con el cubano y el venezolano. Apoyado en maniobras como la deslegitimación de las fuerzas militares, el aumento de la inseguridad en campos y ciudades, la violencia, el populismo, la polarización y el odio de clases, el empobrecimiento de la población, la sumisión de los medios de comunicación, los altos impuestos, la mentira y desinformación, va avanzando con pasos imperceptibles y rumbo certero hacia la conquista del poder. Y nosotros buscando la caída a Uribe, a los hijos de Uribe, al gobierno de Uribe, a la familia de Uribe, entretenidos con el morbo y el show mediático que ello provoca. Justamente el aporte que ha de hacer el país desprevenido para contribuir con la estrategia castrista.